Dentro del grupo de yacimientos auríferos secundarios de la margen izquierda del río Turienzo, la "Laguna Cernea" es uno de los lugares más pintorescos y emblemáticos. Esta extensa y curiosa acumulación de agua, de singular belleza, es fruto de los trabajos de explotación romana, aunque no directamente de los mismos, sino como consecuencia de la colmatación natural de los canales de evacuación de escombros una vez finalizada la explotación, lo que ha dado lugar a un valle cerrado en donde se acumula el agua durante la estación invernal. La explotación minera en su conjunto ocupa una extensión de 92 hectáreas (una extensión similar a 90 campos de futbol).
Cerca de este lugar en los años treinta del pasado siglo el historiador Julio Carro excavó una de las villas romanas más singulares de la región, conocida como “El Soldán” y dedicada no a la explotación agropecuaria, como suele suceder, sino a tareas relacionadas con la minería, quizás residencia de un procurator metallorum. De ahí su temprana cronología, en torno al siglo I y II d.C., su ambiente mediterráneo oriental, quizás revelador del origen lejano de su propietario, y la existencia de restos tan excepcionales como los dedicados a la fabricación de vidrio plano soplado.
Hoy la Laguna Cernea y estos lugares, con el paso de los siglos, se han convertido en un paraje seductor acogido con naturalidad por el monte que la circunda, pero aún revelador de los trabajos que antaño agitaron este territorio hoy sereno y solitaro.